Desde las artes podemos generar diversas creaciones artísticas, las cuales dependiendo de su contexto en el que habiten aportan a la percepción visual y emocional del entorno, o en este caso de la comunidad. Además el arte contemporáneo pone de relieve el papel del proceso en la experiencia artística, encuentra recursos en todas las técnicas, todos los materiales, todas las corrientes expresivas. Esta mirada abierta a las posibilidades, nutren la práctica artística de manera desprejuiciada de relaciones con el contexto, permitiendo optimizar creativamente los recursos disponibles. Una experiencia sensible permite observar las raíces en el mundo actual, que tiene incluso los conceptos más abstractos. Rompiendo con los comportamientos aislados de las disciplinas, la práctica artística nos conecta con los modos en que todas las cosas están interrelacionadas.

De un tiempo a esta parte, en el patio Pienovi de nuestro liceo, ha existido un sitio en el cual había un árbol (que fue talado), quedando sólo su base, como pedazo de madera enterrado en el suelo. Al percatarnos de ese sitio, tan “muerto” y “dispuesto”, fue que como profesora de artes, en conjunto de algunos estudiantes, descubrimos que era posible intervenir y concebir el espacio en una obra, dispuesta a aportar conceptualmente (…y en el futuro orgánicamente).

La pieza colocada en este sitio, específicamente sobre el tronco cortado, consiste en una escultura de un ser fememino en posición fetal, sus dimensiones son 25 cms de alto x 31 cms de ancho, la cuál podríamos interpretar que estaría descansando sobre el tronco.

Es aquí donde comienza lo interesante. Con el paso del tiempo, este sitio, al cual muy posiblemente nadie observaba, se ha convertido en un espacio orgánico vivo y bello. El tronco que sostiene a la escultura se ha recubierto de hojas verdes, vivas y llenas de energía, mientras que mariposas y chinitas merodean el lugar. Este encuentro entre la materia le ha dado significancia e identidad a la pieza, revelando que aquí habita un Ngen, un espíritu de la naturaleza presente en la creencia y sabiduría mapuche.

Para la cultura occidental contemporánea, nos es bien difícil imaginar que un árbol, un tronco, un pantano, una laguna o una roca tengan vida propia; desde nuestra mirada objetiva creemos que son objetos inanimados. Un Ngen es un ser espiritual de energía (positiva o negativa) que se ha materializado en algún elemento de la naturaleza, se dice que un Ngen es un dueño o cuidador de un ecosistema natural y sagrado. Los Ngen son habitantes espirituales que han tomado forma en micro espacios geográficos tales como bosques, lagunas, mares, cerros, ríos, cascadas, cuencas, volcanes, hasta en una piedra puede materializarse dicho “ngen”, como energía que produce vida ecosistémica.

Entonces cada Ngen ocupa un rol importantísimo en la organización de la naturaleza y la cultura mapuche. Por ejemplo, para cortar un árbol o sacrificar un animal, el mapuche deberá pedir permiso al Ngen correspondiente, pues una sana relación con los seres espirituales permite la conservación del equilibrio y la armonía natural.

Es por esta razón que un mapuche no puede transgredir un lugar que posea Ngen. pues la relación que tiene el mapuche con los Ngen, va muy de la mano con la idea de Wallme que cada comunidad e individuo mapuche tiene interiorizada. El Wallme, es representado por el círculo, es el espacio geográfico vital del mapuche y para los que somos occidentalizados, puede ser una gran enseñanza ecológica aprender a comunicarse con ese espacio natural, entendiendo ese espacio como sagrado.

Quizás la imagen de arte, puesta por el departamento de arte, nos ayude a mirar nuestro “espacio verde, del sector Pienovi” como lo hacen los mapuche, o sea, como un espacio espiritual de conexión con la vida que se abre paso y quiere permanecer.

Profesores, Daniela Atherton y Cristián Muñoz.

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